EL CHICLAYANO KARL WEISS






Cuando los judíos expulsados de España por los reyes católicos, llegaron a sus tierras, Bayoceto II, líder del Imperio Otomano, dijo “Aquellos que los mandan, pierden. Yo gano”
Hoy que se abren exacerbantes sentimientos chovinistas en relación al fenómeno inmigracional provocado por los conflictos socio económicos y políticos en diversas partes del mundo, hoy que en nuestro país, la llegada apabullante de ciudadanos venezolanos se ha convertido en un caos impredecible; y hoy que nuestra ciudad mira con displicencia al foráneo, pues luego de albergar en su seno durante muchos años y otorgarles incluso la autoridad máxima en el gobierno local, dos de ellos están presos por manejos corruptos de las arcas ciudadanas.
Hoy resulta tan gratificante mencionar a uno de los inmigrantes más preclaros y fecundos que haya tenido Chiclayo. De él podemos decir los chiclayanos igual que Bayoceto II, en una similitud histórica, aunque lejana pero real, que nosotros ganamos con su llegada.
Karl Philipp Weiss Schereiber, nació en Hohfrankenhein, poblado alemán, el 6 de abril del año 1908 y falleció en Nueva York el 10 de setiembre de 1962. No nació ni murió en nuestra ciudad, pero para el espíritu lambayecano, dejó de ser extranjero y se volvió chiclayano por haber realizado obras tan importantes que ningún compatriota ha realizado antes de él, por nuestra ciudad.
El doctor Karl Weiss, no solo fue venerado por su inquebrantable empeño en construir el colegio San José, primer centro educativo emblemático de nuestra ciudad; su sapiencia y amor por éstas tierras lo impulsó a brindarle muchísimo más. Fue pionero de la aviación civil, promovió entre los estudiantes sanjosefinos los vuelos en planeadores , haciendo prácticas en Pimentel, uno de aquellos alumnos fue precisamente nuestro héroe de la aviación José Quiñones Gonzales.
La mayoría de colegios cuentan ahora con bandas de músicos, orquestas, coros y otros talleres artísticos gracias a que él las implementó por primera vez como director sanjosefino. Como un jurista infatigable, se enfrentó al Tribunal Supremo de Justicia de Lima, defendiendo el fundo Rafán, patrimonio chiclayano y “pan de sus 500 alumnos”.
De asombrosa personalidad multifacética, fue reconocido también por sus trabajos relacionados con la mecánica, la relojería, la carpintería y la aeronáutica. Los artistas lo recordarán por sus capacidades en la pintura, la xilografía, la música, la interpretación instrumental y la oratoria.
Con visión arquitectónica futurista, diseñó los planos para la construcción del nuevo local del colegio, con sorprendente prevalencia hasta la actualidad. Pero el legado más importante no tiene reflejo material ni imágenes físicas, es la construcción de un espíritu, la edificación de una forma de vida, la fortaleza integral de una incorruptible disciplina no solo entre sus alumnos sino en el ámbito socio cultural en el cual se desenvolvió.
Una vez en el marco de un homenaje sanjosefino, en el Teatro 2 de mayo, escuché una de las centenares de anécdotas, dicha por uno de sus preclaros y autorizados ex alumnos presentes: “Un grupo de alumnos se escapó del internado, a media noche llegaron a escondidas, fueron rápidamente a las cuadras donde dormían y se acostaron pretendiendo no ser descubiertos. El Doctor Weiss despertó a todos y los hizo formar. Detectó a los evadidos escuchándoles el latido agitado de su corazón”. Aquí nos demostró cómo sus conocimientos de la estructura anatómica fueron usados para una correcta aplicación disciplinaria.
Soy chiclayano, nacido en el centro de la ciudad, cuando “Las Mercedes” era el hospital más importante de la región. Y pienso que los chiclayanos deberíamos sentirnos enormemente orgullosos de considerar como paisano nuestro a una personalidad tan fructífera y edificante como el gran maestro, sabio y pedagogo eminente Karl Weiss Schereiber.
Daniel Suárez Diaz. Publicado Diario LA INDUSTRIA 26.O8.19

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